Más humanos que los humanos
Como vemos, Turing prescindió de cualquier tipo de filosofía en su definición de inteligencia artificial, si no somos capaces de distinguirla de la humana, esto significa que a efectos prácticos es igual, independientemente de su naturaleza. Esto es la definición de IA fuerte, una definición que no todos los autores comparten, pues para algunos la IA no puede existir, ya que debería incluir sentimientos, cosa imposible para una máquina.
Sobre el tema de los sentimientos en las máquinas, también se han pronunciado bastantes autores, uno de ellos, Penrose (**) explica la siguiente situación: imaginemos un pequeño robot, con un sensor que le indique cuando debe recargar sus baterías, este robot realizaría sus funciones hasta que su sensor le indicara que necesita energía, momento en el que intentaría desplazarse hasta el lugar donde se recargaran sus baterías, pues su programación estaría haciéndole sentir hambre. Además existen robots programados para preferir la compañía de otros robots, lo que provoca en ellos un sentimiento gregario. Entonces, se pregunta Penrose: ¿Es posible crear mediante una programación algo similar a un sentimiento? Porque ¿quién puede decir que el hambre de energía de ese robot es distinta de nuestra hambre? E incluso: ¿Son nuestros sentimientos también parte de una programación, en este caso biológica?
Contra esta afirmación, poco podría aducirse, las neuronas funcionan mediante corrientes eléctricas, existiendo dos estados: con corriente o sin corriente, es decir, 1 o 0. Esto es peligrosamente parecido al funcionamiento de un ordenador, porque al menos teóricamente se podría copiar el funcionamiento de nuestro cerebro mediante un algoritmo o programa.
Y si esto fuera posible, las implicaciones serían más siniestras todavía, pues podría guardarse nuestra personalidad en un archivo e incluso hacer correr este programa en cualquier ordenador con la potencia suficiente.
La realidad es que nuestro cerebro cambia con el tiempo sus conexiones cerebrales y con ello su “programación”, con lo que el ordenador que lo imitara debería ser capaz de cambiar su hardware y su software constantemente y además hacerlo en la misma dirección que nuestro cerebro. Esto hace que no pueda existir un programa que tuviera en cuenta todas las posibles reacciones de nuestro cerebro, o eso quiero creer.
(*) A.M. Turing (1950) Computing Machinery and Intelligence. Mind 49: 433-460
(**) Roger Penrose (1991) La nueva mente del Emperador.