martes, octubre 27, 2009

La homeopatía o el poder curativo del agua - fundamentos

Por si a alguien le quedan todavía dudas sobre la homeopatía después de mi anterior artículo, o simplemente para saber un poco más, ahí van de forma resumida su nacimiento, principios y protocolos de actuación.

Allá por los comienzos del 1800, mientras traducía un texto médico en el que se describían los efectos de la quinina en la curación de fiebres intermitentes, a Samuel Friedrich Hahnemann se le ocurrió autoadministrarse, estando sano, elevadas dosis de este medicamento para experimentar su reacción. El resultado conseguido fue doble: la inducción de un estado febril por un lado, y por otro, la elaboración de su Ley de similitud, según la cual:
- Toda sustancia activa farmacológicamente induce en individuos sanos una serie de síntomas característicos.
- Todo individuo enfermo presenta una serie de síntomas.
- La curación puede alcanzarse mediante la administración de pequeñas dosis de la sustancia con efectos similares a los síntomas de la enfermedad.

Sí, sé lo que parece. ¿Qué fundamento o lógica tiene esto? En su defensa diré que si esta hipótesis la situamos en una época en la que las sangrías eran un tratamiento habitual, no parece tan descabellada como a la luz del Siglo XXI, donde suena poco menos que ridícula.
Pero los estudios que dieron lugar a la homeopatía no terminaron aquí. Hahnemann y sus seguidores también observaron que, si se le administraba a un ratón arsénico, presentaba espasmos similares a los de la epilepsia, antes de llegar a dosis que puedan provocarle la muerte, por supuesto. Además, si las dosis eran más reducidas, los espasmos también eran menores, hasta llegar a una dosis mínima que ya no producía efecto alguno. ¿Extraño? Para nada, es exactamente el mismo resultado que si no se le administrase nada, justo lo que se ha hecho al diluir tanto. Ésta es (o debería ser) hoy día la conclusión obvia, pero en aquellos tiempos los condujo al 2º principio básico de la homeopatía, el de las dosis infinitesimales:
- Cualquier producto elaborado para administrar a un paciente consiste en una pequeña proporción de la sustancia activa, diluida repetidamente hasta que prácticamente no queda nada de ella en el preparado.

La explicación que se le da a que “cuando ya no quede nada de la sustancia activa” el preparado continúe siendo eficaz, es que el disolvente en el que se prepara el tratamiento, generalmente agua, “memoriza” las características de la sustancia activa evitando su toxicidad. Por este motivo el agua permitiría curar, tras haber estado en contacto con el ingrediente adecuado, sin necesidad de requerir ya su presencia. Qué decir a esto, uno se queda sin palabras… ante semejante absurdo. Hasta donde yo sé, las moléculas de agua son eso, moléculas de agua, con sus características propias, y el resto de ingredientes están o no están. Si todas las moléculas tuviesen que “recordar” a quien han tenido al lado en algún momento…
Y no contentas con “recordar”, las moléculas además deben tener una memoria selectiva, para evitar la toxicidad.

Prosiguiendo con la forma de trabajo de la homeopatía, ésta no se enfoca a tratar las enfermedades, sino sus síntomas. Según esto, y si no entiendo mal, ya que mi fuerte no es la medicina, no importaría el porqué no puedes respirar, se limitarían a tratar el síntoma. Entiendo pues que no se considera importante para solucionarlas homeopáticamente si se trata de asma alérgico o es que tienes alguna infección pulmonar, por ejemplo. A mí, personalmente, y desde la ignorancia, sí me parece relevante, más que nada por solucionar el problema que origina el síntoma y no “parchear”. Ah, es que quizá el problema sea que este tipo de patologías no son adecuadas para tratarse mediante esta práctica. Pero personalmente no me merece ninguna confianza una “medicina alternativa” que solamente funciona “a veces”, para según qué.

Conociendo estos principios en los que se fundamenta la homeopatía, ¿alguien la toma en serio todavía? Para quienes todavía tengan dudas porque conocen a no-se-quien que la probó para no-se-qué y le fue muy bien sólo añadiré una cosa más: el efecto placebo existe. En los estudios médicos siempre se introducen placebos para tener una referencia de pacientes sin tratar, y los porcentajes de mejoría pueden llegar prácticamente a un 50% en enfermedades psicológicas o, lo que puede resultar más sorprendente, hasta un 20% en algo que parece tan tangible como es el tratamiento del dolor, por poner un par de ejemplos. El porcentaje de mejora por efecto placebo varía en función de la enfermedad tratada, pero siempre existe. Y esto sin tener en cuenta que las enfermedades más comunes, como un catarro, suelen curarse “espontáneamente” sin más complicaciones sólo concediéndole al organismo el tiempo suficiente.

Personalmente no puedo creer en lo que para mí solamente es “el poder curativo del agua” y, sinceramente, para creer en la magia, prefiero ver algún buen espectáculo de Tamariz o Pardo.

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